
30.000. La imposibilidad de borrar la memoria
Durante dos días se contaron una a una 30.000 piedras, que fueron numeradas con tinta indeleble. Para ello se convocó a estudiantes de arte de las distintas facultades de Córdoba, así como a toda aquella persona que se quisiera sumar al proceso. Una vez terminada esta tarea, éstas se trasladaron hasta el río Suquía donde fueron arrojadas, de nuevo una a una, por las artistas y con ayuda de voluntarios, con la intención de desvíar el curso del agua unos pocos centímetros.
Una piedra por cada una de las personas desaparecidas en la última dictadura cívico militar argentina, para tomar dimensión de lo que significa la presencia física y no sólo de manera abstracta, del número 30.000.
Unas piedras que finalmente lograron interferir en el cauce del río y que, aunque probablemente serán arrastradas por el mismo, gracias a estar marcadas cada una con su propia identidad, aparezcan dónde y cuándo aparezcan, podrán ser identificadas con esta acción y no desaparecer en el anonimato.