Cabeza e’ pan

 

Las artistas realizaron dos estructuras esféricas recubiertas de pan y polenta que portaron en sus cabezas. Una vez así dispuestas se sentaron en un lugar visible de la Plaza San Martín esperando que las aves devoraran esas arquitecturas comestibles.

Durante algo más de cuatro horas y siguiendo los consejos de los transeuntes que se paraban a observar, o simplemente pasaban, se trató de atraer a las palomas de la plaza, pero todo cuanto se hizo fue inútil.

Éste fue el primer encuentro con una variable incontrolable, como era la voluntad de los animales de comer, o no, que finalizó en fracaso.



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